Onomatopeyas

 


Tap, tap.

Ahí estaba él, sentado en un extremo de aquella cama vencida por el paso del tiempo y la gravedad de los humanos. Con una sonrisa que pretendía ser seductora, pero que convergía en mueca irrisoria, me hacía esas señas acústicas para que me sentara a su lado.

Tap, tap. Golpeaba con la mano derecha el lugar donde se suponía que yo debería acomodarme. Tap, tap, donde se suponía que él debería mostrarse hombre y yo rendirme ante sus encantos. Tap, tap. El lugar donde empezaría una pesadilla de vida en común, de niños capullos como el padre, de vejez solitaria en pareja... Tap, tap.

¡Bang!

Cuando salí corriendo, el estampido de la puerta aniquiló para siempre aquel sonsonete infernal.


Comentarios

  1. Toda una vida de angustia y una liberación resumida en poco más de ocho líneas, mientras escucho Salisbury Hill. Magnífico.

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