The angels' share


 

El encargado fue el único que la vio al abrir la nave en aquella mañana álgida de febrero. Una joven desnuda, aunque pareciera vestida por su propia piel de seda tostada, se mantenía suspendida en el aire acuoso de la bodega. Durante un instante imperecedero los miró con sus ojos ámbar… no, quizás miel… no, definitivamente color brandy jerezano y desapareció sin el menor desplazamiento de su frágil cuerpo.

Ningún compañero dudó de su palabra porque lo que se evapora de las botas se lo llevan los ángeles. Todo el mundo lo sabe.


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